16.4.06

Otra vez Victor Hugo

Ahora mismo me encuentro leyendo el segundo volumen de "Los Miserables", y, como ya había hecho anteriormente, no puedo resistirme a escribir aquí un fragmento que me ha dejado reflexionando un buen rato. Se trata de un fragmento de un discurso pronunciado por Enjolras, el líder de un grupo de estudiantes que luchan en una barricada en las calles de París. Horas sombrías en las que sólo el optimismo puesto en un futuro mejor puede consolar a los que saben que, en pocas horas, van a morir por defender sus ideas.
La igualdad, ciudadanos, no significa toda la civilización a nivel; una sociedad de matas grandes y de encinas pequeñas; un conjunto de envidiosos hostilizándose; es, civilmente, el camino abierto por igual a todas las aptitudes; políticamente, el mismo peso para todos los votos; religiosamente, el mismo derecho para todas las conciencias. La igualdad tiene un órgano, y este órgano es la instrucción gratuita y obligatoria. El derecho al alfabeto; por ahí se debe empezar. La escuela primaria impuesta a todos; la escuela secundaria ofrecida a todos; tal es la ley. De la escuela idéntica, sale la sociedad igual. ¡Sí! ¡Enseñanza! ¡Luz! ¡Luz! De la luz emana todo, y todo vuelve a ella. Ciudadanos, el siglo diecinueve es grande, pero el siglo veinte será feliz. Entonces no habrá nada que se parezca a la antigua historia; no habrá que temer, como hoy, una conquista, una invasión, una usurpación, una rivalidad de naciones a mano armada, una interrupción de civilización por un casamiento de reyes, un nacimiento en las tiranías hereditarias, un reparto de pueblos acordado en congresos, una desmembración por hundimiento de dinastía, un combate de dos religiones encontrándose frente a frente, como dos sombras sobre el puente del infinito; no habrá que temer al hambre, la explotación, la prostitución por miseria, la miseria por falta de trabajo, el cadalso, la cuchilla, las batallas, y todos esos latrocinios del azar en la selva de los acontecimientos. Casi pudiera decirse que no habrá ya acontecimientos. Reinará la dicha. El género humano cumplirá su ley, como el alma y el astro. El alma gravitará alrededor de la verdad, como el astro alrededor de la luz. Amigos, la hora en que nos encontramos, y en que os hablo, es una hora sombría; pero tales son las terribles condiciones para la compra del porvenir. Una revolución es un peaje. ¡Oh!, el género humano será libertado, sacado de su postración y consolado. Nosotros lo afirmamos desde esta barricada. ¿De dónde saldrá el grito de amor sino de lo alto del sacrificio? Oh, hermanos míos, éste es el lugar de unión de los que piensan y de los que sufren; esta barricada no está hecha ni de adoquines ni de vigas ni de hierro viejo; está hecha de dos montones, uno de ideas y otro de dolores. La miseria encuentra en ella al ideal. El día se abraza con la noche y le dice: "Voy a morir contigo, y tú vas a renacer conmigo".
Las negritas son mías. Por cada una de ellas seguro que a todos nos vienen a la mente los mismo ejemplos que tiran por tierra el optimismo de Enjolras y Víctor Hugo.

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